lunes, 4 de octubre de 2010

Pequeños grandes cambios

Cuando tenía 14 años, empecé el año escolar en un nuevo colegio. Recuerdo que no quería cambiarme, quería quedarme en mi viejo colegio con mis amigas. Aun así, mi madre me cambio.

Pase de un colegio de clase media-baja a otro de clase media-alta. Todos mis compañeros me advirtieron que era el típico colegio de “Chetos” y que, quizás, iba a recibir mucho rechazo por mi lugar de procedencia.
Como pude, me adapte. Encontré un grupo de chicas con quien charlar y descubrí lo obvio: el nivel de educación era muy superior. Y los estereotipos eran muy distintos también: Si en mi viejo colegio te sacabas un solo 10, ganabas el título de “Traga” (Mi caso), si tenias alguna acción cortes con algún/a profesor/a te llamaban “Chupamedias” sin pensarlo dos veces. En el nuevo colegio, la chica más popular tenía 10 en cada una de las materias y era la alumna favorita de cada profesor, y el titulo de “Traga” o “Chupamedias” se lo dejaban a los que, eran invisibles ante los demás (Presente!).

Al terminar mi primer año allí, mis amigas (del viejo colegio, las únicas 4 que tenía) organizaron una cena y me invitaron. El tan esperado día, nos pusimos al tanto de las últimas novedades durante la cena. Ellas me contaron que Yanel (Una chica que se había ganado fama de roba-novios) estaba cambiando, ya no se interesaba por sacarle el novio a nadie después de una broma que le hicieron.
Casi les suplique, mientras comíamos helado, que me contaran cual fue la broma.
La anécdota es más o menos así:
A una de ellas (la dueña de la casa donde estábamos) le gustaba un chico, pero aun no había pasado nada. Yanel se entero e intento conquistarlo. Y sí, lo consiguió una tarde justo a 2 metros de la casa de esta chica (con intenciones de que ella los vea y se ponga mal pero por suerte no estaba en la casa). La madre de la chica (sabiendo todo) se quedo observando por la ventana hasta que el chico se fue y Yanel quedó sola. Fue entonces cuando salió a la vereda con cara de horror y le dijo “Hola Yanel… disculpa que me meta pero… ¿vos te lo tranzaste al pibe ese? Porque todo el barrio sabe que él tiene SIDA. Yo que vos, me voy volando a la guardia del hospital” Luego de escuchar esas palabras Yanel se puso muy nerviosa y se fue lagrimeando aparentemente a su casa.
Todos en la mesa, dejaron de comer helado unos momentos para estallar de risa. Los abuelos de la chica, la madre, el novio de la madre, el primo, ella y las otras tres chicas. Todos reían, mientras me limitaba a sonreír débilmente y aguardar por el chiste.
Una de las chicas notó mi cara rara y me dijo “No te asustes, mira que después le aclaramos que era joda”. Ok, genial, el chiste ya pasó y yo me lo perdí. Tomé valor y les aclare que no entendía bien la anécdota. “¡Ay Manzana! ¡Ella se lo tranzo y le hicimos creer que tenía SIDA! ¿Que no entendés?”

Tuve que hacer un esfuerzo sobrenatural para ocultar mi cara de horror, reírme falsamente y poder decirles “Ah, sí, jajá, se la re creyó”.
Todos los allí presentes, desde los abuelos de 70 y tantos hasta el primito de 9 años, creían firmemente que el VIH/SIDA se transmitía con solo besar.

Díganme traga, chupamedias, nerd. Aquella noche yo tenía una solo cosa que decir:
Gracias mamá por cambiarme de colegio.

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